Vocacional. El tren que transformó mi forma de entender las animaciones.

 

               

A lo largo de mi vida profesional, he tenido la suerte de responsabilizarme de la animación de innumerables fiestas de cumpleaños. También, de otros eventos como comuniones, bautizos, fiestas temáticas y bodas. Desde hace más de 18 años, se han convertido en un instrumento para agradecer y devolver tanto cariño recibido por las familias, a las que he acompañado a través de la extinta asociación Akafi. Quizás sea por eso que no he perdido la humildad de mis inicios y no he querido equipararme en precios a compañeras y compañeros que ven cada animación como una oportunidad de negocio. 

Yo veo en cada animación, la posibilidad de entretener a grupos de menores de una forma lúdica y educativa. Recojo el cariño y el agradecimiento de aquellos y aquellas, cuya sonrisa, está por encima de cualquier negocio. Por tanto, para mí, animar es un asunto serio, un ejercicio de responsabilidad y respeto hacia quienes se merecen que intente superarme e innovar con nuevas propuestas de juegos o tipos de animaciones. 

Jamás pongo un tope de tiempo. Me adapto, sin más, a las necesidades de cada fiesta y de cada homenajeado y homenajeada. Para quienes piensen que es una locura y que hay que ser estricto con los tiempos, mi respuesta es clara, yo no voy a hacer una actuación, no soy un artista. Tal y como les digo a los menores, no soy payaso, aunque tenga diversos personajes. Soy un animador que acompaña durante todo el tiempo preciso a una personita con derecho a celebrar su día especial y el mejor regalo que le puedo hacer, es poner todos los recursos a mi alcance para que, de la experiencia, le quede un feliz recuerdo.

Fui responsable de una asociación de voluntariado, ya extinta. Fue un viaje de 18 años de acompañamiento a familias, muchas en situación de vulnerabilidad. A través del proyecto "Tren de los sueños", quise poner en marcha iniciativas encaminadas a ayudar a menores con enfermedades crónicas, con discapacidad, de familias desestructuradas y/o en situación de pobreza o riesgo de exclusión social. Todo el dinero que llegaba era destinado, de una u otra manera, a esos menores. Una de esas iniciativas, las animaciones solidarias o “happy kids”, comprendían la posibilidad de financiar y celebrar las fiestas de aquellos menores. Se les preguntaba cómo les gustaría que fuera su fiesta o dónde les gustaría celebrarla. Y se organizaba, obteniendo los momentos más emotivos y hermosos que recuerdo. También, quise trabajar en otra dirección, animar fiestas infantiles, de forma voluntaria, en las que todo lo recaudado por cumple fuera destinado a los “happy kids”. Animando a grupos de niños, obtenía parte de la financiación necesaria para celebrar fiestas a otros. Y se hicieron muchas fiestas benéficas a favor de las iniciativas solidarias de la entidad y su pequeña, pero responsable, obra social.

De aquel "Tren de los Sueños", sigue quedando el componente humano, solidario, humilde y respetuoso al nivel económico de cada familia. Alguien que desea acompañar desde lo lúdico y seguir destapando aquellas sonrisas que eran el combustible del tren. Cuya maquinaria, algún día, volverá a ponerse en marcha. Quién sabe si a través de otra entidad. Sería un motivo de orgullo. Entretanto, seguiré animando, aportando tanto material como medios tenga a mi alcance.

                                                  


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