Una pandemia que se ha ido haciendo cuesta arriba con el paso de los meses. Si se preguntan si hemos sabido estar a la altura, yo diría que sí. Respondiendo a la complicada estructura de restricciones que, a veces, no llegábamos a entender o no nos podíamos explicar. Pero, respetando. Ahora bien, seamos sinceros: si buscamos ejemplos de buena conducta ante el covid-19, desde el inicio de la pandemia; ejemplos de verdadera adaptación, sin peros, acatando todas las indicaciones; que lejos de resignarse ante medidas como el cierre de parques públicos, han demostrado más madurez que la mayoría de los adultos; tenemos que hablar de nuestros niños y niñas.
Se quedaron en casa el tiempo que se les pidió; aquellos que pudieron y tenían los medios, se adaptaron a la modalidad de clases online. Supieron disfrutar del verano, siguiendo las normas. Iniciaron un nuevo curso escolar presencial, con su alegría y su maravillosa inocencia, cuando no contaba con el apoyo de muchos adultos, presos del pánico ante posibles contagios. Llegó Halloween, luego las navidades y los carnavales; épocas que tuvieron que vivir de una forma muy distinta a la acostumbrada. Pero, no perdieron sus ganas de jugar, de disfrazarse y su ilusión por vivir, aprendiendo.
Un año después del inicio de la pandemia, es justo reconocerles su ejemplo, su responsabilidad y su saber estar. Estarán de acuerdo que, ante el Covid, nos han dado verdaderas clases a los adultos. Sin entrar en temas políticos, hoy me alegro mucho de que nuestros niños y niñas sean reconocidos por la Comunidad de Madrid, con la Gran Cruz del Orden del Dos de Mayo. Y, perdonen mi atrevimiento, pero me gustaría hacer que dicho reconocimiento traspase las fronteras de la Comunidad Madrileña. Y se convierta en un sentido y merecido homenaje a todos los niños y niñas españoles y, porque no, del mundo.
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